Svensk Dröm!

miércoles, 14 de agosto de 2013

Un cielo que fluye

Es de noche. Está muy oscuro y no se ven estrellas. El camina hacia un muro de arena, mas bien, una catarata de arena que fluye hacia el cielo y separa el todo, en todas direcciones hasta el infinito. El camina decidido hacia ella pero al estar a unos centímetros, se detiene a contemplar el flujo de ese material agreste, duro y amarillo intenso. Acerca la mano y siente esa sensación rasposa que deja la arena en movimiento en la palma de su mano y entre sus nudillos. Se mueve muy rápido. No se intimida y decide atravesar el muro que se antoja mas una cortina de polvo que un muro de arena rígido. Lo hace de un solo paso firme.

Está del otro lado rápidamente y nunca siente la arena. Dos pasos adelante y la catarata de arena está lejos detrás. La oscuridad es abrumadora, pero ahora las estrellas brillan y se amontonan en el cielo como si no cupieran, como si se estorbaran las unas a las otras y estuvieran compitiendo en magnificencia.

El contempla esa bóveda celeste que siempre lo ha hecho viajar en el tiempo y en el espacio, lo ha hecho soñar y evocar momentos especiales. Lo disfruta como pocas cosas en este y en aquel mundo. Se pierde en las profundidades del pensamiento y del espacio que están mezclados por dentro o por fuera, nadie sabe.

Continuaba paseando su mirada cuando distingue un hoyo en el cielo: un hoyo descomunal de perfecta circunferencia. Era un hueco, como un ombligo, por el que todas esas lindas estrellas fluían y se escapaban hacia adentro, hacia arriba. Como siempre, el solo contempla la escena. Una a una y a veces en montones, como en un espejo de de agua cristalina que apenas si se mueve con una coladera en el centro, las estrellas caen hacia arriba dentro del hueco por el que el cielo escurre irremediablemente, sin salvación. Logra distinguir incluso los muros del hoyo. Paredes hechas de cielo, en la parte interna del hueco ahora se reflejan las estrellas que tienen en frente, cruzando el diámetro. Pero fluyen por ese caudal que, a juzgar por la velocidad, era de alta viscosidad. Se escapan, o son atrapadas, nadie sabe.

 Sus ojos no se mueven, la estupefacción y el miedo al descubrir tal fenómeno no le permiten desentenderse y ser indiferente. De repente, una luz desciende, sale del hueco. Primero se ve por el reflejo de los muros bajando lentamente, al cabo de un tiempo, se percibe directamente. Lenta, concienzuda, como inspeccionando, la luz desciende desde adentro del hoyo hacia afuera, hacia el cielo, hacia adentro de esta atmósfera.

La luz parece notar su presencia. Acelera de manera increíble su velocidad con dirección directa hacia él, proyectando una parábola de ligera curvatura y creciendo a medida que se acerca. Lo único que el puede hacer es abrir mas los ojos. La luz ya es cegadora, la luz es plena, la luz es todo, ahora es blanco. Ahora es todo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario