Svensk Dröm!

sábado, 3 de agosto de 2013

Fieras

El va siendo perseguido por una horda de lobos. No son lobos normales, son lobos muy grandes, demasiado; gigantes se diría. Mientras corre, un atardecer de tonos rojos y anaranjados ocurre pero las nubes pardas, en cúmulos, se interponen para dar más dramatismo a la escena en tierra y mas belleza a la del cielo. Del otro lado de la bóveda celeste, la oscuridad va ganando terreno, el negro persigue al gris, el gris al púrpura, el púrpura al azul, el azul a un amarillo pálido que se difumina hacia el anaranjado que reina, todavía. El sigue corriendo, cree sentir el aliento de los lobos pero no, aún están lejos pero corren a una velocidad inusitada, hambrientos, furiosos, decididos, o quizá todo junto, y apresuran el paso.

Ve al frente una pequeña colina de un césped corto y verde, como alfombra fresca. En la cima, una vieja y enorme casa, al parecer abandonada, parece ser la última oportunidad. Sus pasos se hacen cada vez más lentos y los lobos parecen incansables. -¿Será ira lo que los impulsa?, ¿será venganza?- se pregunta mientras jadea de cansancio y sigue escalando la pequeña colina.

Son muchos lobos, de todos colores, pero sobre todo oscuros y grises. No parece haber un líder, sin embargo muestran organización y acuerdo al correr. Ya están salivando, saborean su presa, ellos sí, ya lo alcanzan a percibir con su nariz. Aceleran el paso y empiezan la cuesta hacia arriba, los últimos metros. Los tiene sin cuidado que llegue a la casa, ellos saben que pueden penetrarla sin problemas.

Solo le quedaban dos zancadas a un lobo blanco de ojos azules, cuando el logra entrar y cerrar la puerta a sus espaldas dejando afuera a las fieras, dándole quizá, unos momentos más de vida. Escucha los gruñidos de las bestias enardecidas al rededor de la casa. Rasguñan todos los resquicios y la casa se cimbra. Es de madera, no aguantaría mucho. Todo esto piensa recargado en la puerta por la que entró y da bocanadas de aire y solo se concentra en las pequeñas ventanas al rededor del salón de la casa donde se encuentra. Dudas, miedo, desesperanza, o quizá todo junto.

Un lobo logra romper una esquina de la puerta, el se aparta con tres pasos hacia atrás observando las garras del que probablemente será el primer comensal. La puerta está cediendo y el cierra los ojos con resignación a esperar. Da un profundo suspiro. Pero no estaba solo adentro de esa casa.

Siente una leve corriente de aire que viene por detrás. La casa era enorme, podría ser cualquier cosa. Le cruzan pensamientos a la velocidad de un parpadeo: una ventana abierta en la parte de arriba, un lobo que quizá logró entrar por otro lado o la casa está derrumbándose víctima de la furia canina. Tal vez es su cuerpo sabedor de que está por dejar de existir en una pieza está preparándose y lo que siente son estertores de la sabiduría biológica. Pero no, estaba equivocado.

Vuelve a sentir un movimiento de aire, ahora mas fuerte. Ahora está seguro, no está solo. Gira el cuerpo de manera mecánica, rápidamente. Abre los ojos y el poco aire que había logrado recuperar, empieza a escapársele. Había un león parado, gallardo, en la sombras de la casa. Lo mira fijo directo a los ojos. Queda paralizado y tiembla como si estuviera a temperaturas bajo cero. En cualquier momento los lobos entrarían, dentro, un león lo miraba fijamente. Solo quedaba esperar, pero esperar nunca ha significado no entender.

Para su sorpresa, el león da dos pasos hacia adelante saliendo de la sombra y su terror se vuelve casi insoportable cuando detrás de el, aparecen muchos otros leones caminando y rodeándolo. El alboroto afuera de la casa es creciente, los lobos ladran, aúllan y gruñen.

La puerta cede de golpe y se azota contra el muro. Pero el lobo no entra y sus compañeros detrás, expectantes, esperan a que el recién convertido líder de el primer paso. El, vuelve a girar el cuerpo y sus ojos casi salen de sus cuencas.

Como una rutina aprendida, preparada, los leones corren directo a la puerta para encontrarse con los lobos esquivándolo y sin siquiera rozarlo. El se queda paralizado de pie en el mismo sitio a contemplar la brutal escena. Una lucha encarnizada comienza. Los lobos al ver a los leones bajan la mirada y muestras las fauces, saben que será un duelo difícil. Los leones rugen mientras atraviesan el salón de la casa con rumbo a la puerta. El primer león se encuentra con el primer lobo y se prensan mutuamente del cuello. El espacio de la puerta es muy angosto para salir, pero la fuerza del león saca a los lobos que se encontraban en el umbral. Esa misma fuerza, multiplicada por varias decenas, se encuentra con el muro para salir a enfrentarse con los animales grises y blancos, esta vez, la madera cede y el muro entero se rompe como en una explosión hacia afuera de la casa. Todos los leones salen y la carnicería se extiende a toda la colina. Terribles aullidos y chillidos se hacen eco en las montañas nevadas. El anaranjado todavía encendido, da a los leones un color dorado y resalta sus músculos.

El sigue parado, ahora ignorado, se asoma por el hueco que las fieras han hecho. Ve como un león arranca de una mordida la piel de un lobo como si le quitara la cascara a un plátano. Hay sangre por todos lados. El sale de la casa y corre colina abajo en la dirección contraria a la de la guerra tenía lugar.

Solo un león se da cuenta. Con sangre en el hocico, en entre los ojos, con la cabeza girada hacia un lado lo observa correr. Ruge, y regresa a la batalla. Los leones lo salvaron.



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