Durante un viaje en el metro de Dubai, en la estación 19, Bur Juman, donde las dos únicas
líneas de la ciudad, la verde y la roja se cruzan, viví una situación peculiar.
Yo me dirigía al afamado mercado de oro de Dubai, Gold Souk. Para llegar ahí,
tengo que cambiar de la línea roja a la verde. Nunca antes había hecho ese
paseo, así que tampoco conocía la arquitectura (que por cierto es
impresionante) de las estaciones del metro.
No sabía por donde ir hacia la otra línea y desde mi punto de vista encontraba
dos opciones: ir hacia la salida o hacia donde iban algunos. Decidí por la
segunda. Era el elevador. Nunca me subo al elevador si hay escaleras
disponibles pero en esta ocasión, hice la excepción. Ya frente a la puerta, en
la espera de que se llegara la cajita de metal, también llegó una familia:
mamá, papá, aparentemente dos abuelos, dos niñas y un niño. Difícil adivinar
esta vez su nacionalidad, pero puede asegurar que no eran filipinos, ni ninguna
de los países del lejano Oriente, tampoco eran emiratounidenses pues
difícilmente viajan en metro, no eran indios, bengalíes, pakistaníes o srilanqueses,
pues su fenotipo es muy característico. Eran probablemente árabes del norte; su
piel era clara y la mujer estaba ataviada al uso musulmán.
Se detuvieron frente a mi, y al cruzar la mirada con una de las niñas, me sonrió. Le devolví la sonrisa complacido y seguí en mis pensamientos. El elevador tardaba y me encontraba en esas ocasiones en que las opciones para posar y descansar la vista sin cerrar los ojos, se reduce a la pared o hacia las otras personas. Así cómo cuando en el metro va dentro del túnel, estás cara a cara con personas que quizá no vuelvas a ver en la vida, pero aún así no nos gusta que nos vean y evitamos mirarlas. Hay quienes incluso se molestan. Alguna vez en Suecia un tipo me preguntó "¿Qué me ves?" Desde entonces soy un poco más precavido..
Tal era pues la situación, cuando aleatoriamente y sin querer puse mi mirada ahora en el niño. Me sonrió, no sólo con la boca sino hasta con la mirada: era una sonrisa sincera. También le sonreí y esta vez con mayor gana y hasta con cierta conexión. Frunciendo el ceño a la vez que sonreía, creí descubrir un patrón de conducta. Probé con la niña que me faltaba y ya me esperaba con una sonrisita chimuela y simpática, mejor que la de sus hermanos. Sonreí y cada vez me sentía mejor en su compañía. Lo lógico era ver a la mamá, uno no mira nunca a niños ajenos sin pedir una autorización sin palabras y con cierta cautela por parte de la expresión facial de la madre o padre. Me sonrió afable. Los abuelos, sí, también. Todos sonríen. Es su medio de expresión, una forma de abrir canales de confianza, un idioma global. Así, todos subimos al elevador con la sonrisa en la cara. Apretados pero en confianza.
Esta actitud me dejó pensando. Ahora me encuentro en Bahrain, otro país del golfo pérsico. Viaje de negocios de nuevo. Cuando llegué a la oficina local de la empresa mi empresa, lo primero que vi fue la sonrisa del compañero que nos recibió. Extendió la mano y me dijo "Bienvenido". Entré y como el primero, todos y cada uno sonrieron de manera no sólo cordial, sino cálida y sincera. No hablo de esa sonrisa vacía corporativa y protocolaria, o esa sonrisa de empleado de banco, sonrisas sinceras.
Claro, el ambiente de esa oficina es otro. Se respira camaradería y aunque muy chica y honestamente fea, la oficina resulta bastante cómoda y alegre. Se disfruta. Esta actitud se reflejó en cualquier restaurante que fui, en el aeropuerto, en las calles, casi en cualquier lugar. Quizá la familia que vi en Dubai era de este país. No se.
Yo soy una persona sonriente, pero creo que el mundo corporativo me esta quitando esa parte poco a poco. En el mundo corporativo uno no debe sonreír tanto, sólo lo que el cliente, el jefe o el negocio requieren. Al contrario, uno debe ser fiero pero diplomático, algún jefe que tuve me dijo que tenía que ser un "tigre" para llegar arriba. Sin embargo aquí, uno de los compañeros locales me dijo que conocerme y verme tan sonriente le transmite paz y alegría. Me sentí muy muy bien. Me lo dijo -por supuesto- con una gran sonrisa en la cara. Aquí la sonrisa es un activo, en otras partes es sólo un accesorio que se pone y se quita.
Todo esto me ha dejado pensando y he decidido que voy a sonreír a todos, en cualquier oportunidad que amerite. Incluso frente a esos cara-dura de la oficina, o los empleados del aeropuerto. Quizá ellos también sientan el bienestar que yo he sentido y decidan sonreír. Y así, poco a poco más gente sonría y los ambientes sean mejores incluso en las peores situaciones.
Estación de Metro Bur Juman, Dubai |
Se detuvieron frente a mi, y al cruzar la mirada con una de las niñas, me sonrió. Le devolví la sonrisa complacido y seguí en mis pensamientos. El elevador tardaba y me encontraba en esas ocasiones en que las opciones para posar y descansar la vista sin cerrar los ojos, se reduce a la pared o hacia las otras personas. Así cómo cuando en el metro va dentro del túnel, estás cara a cara con personas que quizá no vuelvas a ver en la vida, pero aún así no nos gusta que nos vean y evitamos mirarlas. Hay quienes incluso se molestan. Alguna vez en Suecia un tipo me preguntó "¿Qué me ves?" Desde entonces soy un poco más precavido..
Tal era pues la situación, cuando aleatoriamente y sin querer puse mi mirada ahora en el niño. Me sonrió, no sólo con la boca sino hasta con la mirada: era una sonrisa sincera. También le sonreí y esta vez con mayor gana y hasta con cierta conexión. Frunciendo el ceño a la vez que sonreía, creí descubrir un patrón de conducta. Probé con la niña que me faltaba y ya me esperaba con una sonrisita chimuela y simpática, mejor que la de sus hermanos. Sonreí y cada vez me sentía mejor en su compañía. Lo lógico era ver a la mamá, uno no mira nunca a niños ajenos sin pedir una autorización sin palabras y con cierta cautela por parte de la expresión facial de la madre o padre. Me sonrió afable. Los abuelos, sí, también. Todos sonríen. Es su medio de expresión, una forma de abrir canales de confianza, un idioma global. Así, todos subimos al elevador con la sonrisa en la cara. Apretados pero en confianza.
Esta actitud me dejó pensando. Ahora me encuentro en Bahrain, otro país del golfo pérsico. Viaje de negocios de nuevo. Cuando llegué a la oficina local de la empresa mi empresa, lo primero que vi fue la sonrisa del compañero que nos recibió. Extendió la mano y me dijo "Bienvenido". Entré y como el primero, todos y cada uno sonrieron de manera no sólo cordial, sino cálida y sincera. No hablo de esa sonrisa vacía corporativa y protocolaria, o esa sonrisa de empleado de banco, sonrisas sinceras.
Claro, el ambiente de esa oficina es otro. Se respira camaradería y aunque muy chica y honestamente fea, la oficina resulta bastante cómoda y alegre. Se disfruta. Esta actitud se reflejó en cualquier restaurante que fui, en el aeropuerto, en las calles, casi en cualquier lugar. Quizá la familia que vi en Dubai era de este país. No se.
Yo soy una persona sonriente, pero creo que el mundo corporativo me esta quitando esa parte poco a poco. En el mundo corporativo uno no debe sonreír tanto, sólo lo que el cliente, el jefe o el negocio requieren. Al contrario, uno debe ser fiero pero diplomático, algún jefe que tuve me dijo que tenía que ser un "tigre" para llegar arriba. Sin embargo aquí, uno de los compañeros locales me dijo que conocerme y verme tan sonriente le transmite paz y alegría. Me sentí muy muy bien. Me lo dijo -por supuesto- con una gran sonrisa en la cara. Aquí la sonrisa es un activo, en otras partes es sólo un accesorio que se pone y se quita.
Todo esto me ha dejado pensando y he decidido que voy a sonreír a todos, en cualquier oportunidad que amerite. Incluso frente a esos cara-dura de la oficina, o los empleados del aeropuerto. Quizá ellos también sientan el bienestar que yo he sentido y decidan sonreír. Y así, poco a poco más gente sonría y los ambientes sean mejores incluso en las peores situaciones.
Convirtámonos todos en el paciente cero de una epidemia de sonrisas. ¿Qué mejor manera de cambiar el mundo?
ResponderEliminarGuilie @ Quiet Laughter
Más de acuerdo no podría estar
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